En estos tiempos hablar de que sólo las personas con graves enfermedades mentales acuden a la consulta de los psicólogos está superado. No supone un problema para casi nadie admitir que en un momento dado de sus vidas han tenido que recurrir a algún profesional de la psicología para encontrar la forma de sentirse mejor o de superar cualquier cuestión.
Si bien esto es cierto, también lo es que en muchas ocasiones se nos suele tratar de igual forma que a los, valga el ejemplo, dentistas. Con ellos ocurre que no es habitual que alguien vaya simplemente por ver cómo está o por hacerse un seguimiento; se recurre a su consulta cuando el dolor es insoportable, muchas veces sólo en ese caso nos ponemos en sus manos y le decimos: “hágame lo que haga falta pero quíteme este dolor”. Muy probablemente de haber acudido antes, o de haber llevado un seguimiento más constante, no tendríamos que haber llegado a esa situación desesperada. Pues bien, con los profesionales de la salud mental muchas veces ocurre lo mismo, tendemos, como sociedad, a ir a ver a un psicólogo o psicóloga cuando “ya no podemos más”, y normalmente en ese momento el problema que tengamos será de más difícil solución que si hubiéramos acudido cuando se estaba generando.
Este fenómeno ocurre a nivel individual, pero también, y sobre todo, a nivel familiar, porque si en algo estamos de acuerdo es que “educar” no es fácil, y menos hoy día. Muchas veces nos consultan sobre problemas con un hijo o una hija de muy larga evolución, y esto hace que lo que en un principio hubiera sido sencillo de encauzar cuando se consulta ya no es tan fácil. Ocurre lo mismo que con los árboles: si quieres que crezcan rectos deberás ir corrigiendo, con cierta frecuencia, la dirección de su tronco. Si lo dejas crecer y al cabo de los años quieres enderezarlo será mucho más difícil, requerirá mucha más “fuerza”, con el consiguiente riesgo de “fracturarlo” incluso.
Los padres, madres, tutores o educadores que intentamos generar contextos educativos para nuestros niños y niñas estamos demasiado cerca, demasiado implicados como para poder ver con perspectiva si actuamos de la mejor manera, y es aquí donde la visión ajena de un profesional podría ayudar mucho a conseguir nuestros objetivos.