Por lo general, tendemos a pensar en las clases sociales como algo que influye en la calidad de la educación de nuestros hijos de manera directa y proporcional, es decir, a mejor situación económica mejor educación, entendiendo esta no sólo como conocimientos, sino como valores experiencias… y viceversa. Eso es cierto sólo si, sufriendo la ausencia de recursos económicos, intentamos educar como si los tuviésemos, sin ser conscientes de que contamos con la mejor herramienta educativa posible a nuestro alcance, y es precisamente esa ausencia de recursos necesarios. Incluso contando con ellos, es importante concienciar sobre la humildad y el esfuerzo para obtenerlos.
La falta de recursos, no es motivo de vergüenza, se trata de algo circunstancial, que puede variar en el tiempo, y como tal tenemos que educar.
Hacer partícipes a nuestros hijos de una situación económica complicada, cuando no se lo transmitimos con pesar o frustración, puede ser, curiosamente, el mejor regalo educativo para ellos, ya que les ayudará a tolerar mejor la frustración, participar de las soluciones que la familia necesita y, en general, a vivir más ajenos al juego que la sociedad consumista nos marca, porque, realmente, debemos hacernos una pregunta importante: ¿tener tal o cual prenda de ropa o juguete, pensamos que nos va a hacer más felices?
Al igual que los padres que tuvieron menos oportunidades de recibir formación académica, pero convencidos de las ventajas de que sus hijos estudien, suelen tener hijos más capaces en las distintas asignaturas y menos dependientes, también los que se educan en la humildad, igualmente, cuando se les transmite el valor del esfuerzo, son también adultos mucho más capaces, independientes y, sobre todo, felices.