Sumando perspectivas en la intervención

Todas las instituciones que trabajan con menores suelen contar con un elemento común, propio de organizaciones que trabajan con la infancia y la adolescencia: un departamento a veces, o simplemente una persona, que tiene el papel de “supervisar” el trabajo que se realiza con los chicos y con las chicas. En el mundo social y de la ayuda “supervisar” no tiene el mismo significado que en otros entornos; para nosotros la persona que supervisa cuenta, por definición, de una posición más alejada del “trabajo de campo”, y precisamente esto es lo que le otorga una perspectiva más amplia sobre lo que hacen el resto de sus compañeros. 

¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué es tan importante esta figura de “supervisión”? Precisamente por el “material” con el que trabajamos. Intervenimos con personas y en muchos casos niños y niñas. Nuestras emociones, por tanto, están en juego; no podemos evitar sentir emociones en todo este proceso que ,a veces, nublan nuestra visión y hace que nuestro trabajo no sea todo lo efectivo que desearíamos. Ocurre igual que cuando te reunes con una familia en consulta. El problema que ellos te plantean, desde su perspectiva ya viciada por el tiempo y con una gran cantidad de emociones en juego no puede ser igual que la de quien, desde fuera y con una mirada limpia analiza el problema. 

De hecho muchas veces las soluciones que aportamos a la familia las han pensado en el pasado, y entonces es cuando nuestra función se convierte más en visibilizar y movilizar los recursos que realmente tienen y que no están poniendo en marcha para cambiar su situación, porque desde dentro del problema no pueden percibirlos. 

Queremos insistir en una idea sobre la que ya hemos hablado en otros artículos: la importancia de naturalizar la petición de ayuda, acompañamiento o, como decíamos, “supervisión” sobre nuestro papel de padres, madres o tutores, de aceptar que educar es difícil precisamente porque hablamos de relaciones entre personas con muchas emociones, expectativas, frustraciones y deseos que, necesariamente, incluso al mejor de los profesionales, acabarán haciéndole perder la perspectiva. Además, cualquier peso compartido es menor.

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