Los “errores” de la adolescencia
Entrecomillo “errores” porque realmente no estoy seguro de que siempre sean tal, al menos desde la perspectiva del crecimiento personal del adolescente, por mucho que, a la vista de los actos de nuestra juventud, muchos padres así lo consideren. Pienso que, como padres, o como educadores de un chico o una chica adolescente, nunca debemos perder la perspectiva de la etapa en la que nos encontramos, que no es más que el “examen” de cómo nuestro hijo o hija enfrentará su vida adulta. Como educadores, dedicamos la etapa de la infancia de nuestro menor a formar, o conformar mejor dicho, una personalidad sana, segura e independiente, con una autoestima sana y un autoconcepto adecuado a sus capacidades. ¡Así al menos debería haber sido! La adolescencia es el momento en que todo esto se pone a prueba, en que mandamos al que fue nuestro niño o niña a ponerse a prueba en el “mundo real”, y es en ese momento cuando él o ella descubrirá quién es. Es por ello que “errores” se van a producir, de hecho, es deseable que ocurran, y que nosotros estemos ahí para darles la oportunidad de aprender de esos actos. No debemos nunca olvidar que también nosotros lo fuimos, que también a nosotros nos ofrecieron “cosas” que tuvimos que aprender, en el mejor de los casos, a rechazar, que también nosotros cogimos la primera borrachera y aprendimos que no nos gustaba cómo nos hacía sentir o los actos irresponsables en que incurríamos por ello. No podemos hacer como si, llegado el caso, ese “error” de nuestro hijo no hubiera ocurrido, evidentemente, pero, castigarlo/a seis meses sin salir puede que tampoco sea la solución. Una conversación, en el caso de una borrachera, por ejemplo, al día siguiente, tranquilos, analizando lo ocurrido, explicando los efectos del alcohol en los jóvenes, las conductas de riesgo que se asumen, sea una intervención más respetuosa con el proceso madurativo de nuestro hijo o hija. Obviamente, en el caso de que este “error” se convierta en un acto recurrente, o más frecuente de lo deseado, deberemos considerar otras opciones más punitivas.
En definitiva, seamos pacientes, empáticos, conscientes del momento vital y sobre todo inteligentes a la hora de abordar esta etapa y las cosas buenas y también malas que, necesariamente, se producirán. Por supuesto, en el caso de que como padres, madres o educadores veamos que nuestro adolescente está teniendo serias dificultades para afrontar de forma sana (aún con sus errores) y adecuada esta etapa, mi recomendación es consultar con un profesional porque, con la motivación adecuada, todo tiene solución.