Hola, tengo dos hijos, un niño de 5 años con TEA y una niña de 3 años con desarrollo normal. Mi hija ya comienza a darse cuenta de las peculiaridades de su hermanito y está empezando a preguntarnos cosas como “¿por qué no habla el hermanito?”, “¿por qué hace eso con los brazos?” (se refiere al aleteo) o “el hermanito no quiere jugar conmigo” (estas cuestiones me preocupan más porque veo que ella nota la falta de acompañamiento o de conexión con su hermano). Además otro problema que nos ocurre es que también se está dando cuenta de que las normas son diferentes para cada uno y muchas veces nos resulta difícil explicarle por qué somos más permisivos con el hermano (por ejemplo en cuanto a levantarse de la mesa a la hora de la comida, la forma de hacer peticiones, la autonomía, etc.). En definitiva, ¿qué edad es la más apropiada para explicarle el trastorno de su hermano? Y ¿cómo deberíamos explicarle que no todas las normas se las podemos exigir del mismo modo a ella que a su hermano sin que se sienta, por decirlo de algún modo, menos querida? Gracias.
Como padres, el proceso por el cual comenzamos a entender y conectar con nuestro hijo/a nunca es un procedimiento estándar, si bien, en los casos neurotípicos, como en los casos de un particularidad genético, por ejemplo,, existe un pre-aprendizaje, una preparación, sobre cómo hacer y entender las cosas y también una proyección de qué esperar de nuestro hijo/a. En cambio, en los casos de hijos/as con TEA todo esto no es tan evidente, es algo paulatino, progresivo, viendo comportamientos en nuestro hijo/a que nos sorprenden y que necesitamos comprender, llegando a obtener ese diagnóstico, y por tanto un entendimiento de la situación, al cabo de los años. Es pues la experiencia la que nos enseña como padres a entender qué ocurre, y nos ayuda, junto con el diagnóstico, a encuadrar esa realidad y esos comportamientos, y lo más importante, a conocer cómo llegar a ese hijo/a, a cómo conectar, acercándonos a su realidad.
Pues bien, también los hermanos y hermanas necesitan de este proceso, encuadrar lo que ellos tampoco entienden para así saber qué esperar y entonces poder llegar y conectar con ese hermano, un ejemplo es la conducta de juego, o de compartir tiempo y actividades. No creo que se deba ocultar las “necesidades especiales” de tu hijo a su hermana, más bien al contrario, debe conocer esas necesidades que él tiene, y, en la medida en que su capacidad lo permita, participar en la rutina que tiene vuestro hijo. Proponerle a ella que os ayude, por ejemplo, a la hora de realizar los pictogramas que su hermano necesita para realizar sus actividades diarias sería un buen comienzo, y así irá entendiendo que ella puede ser útil a su hermano y a la familia, y fomentará una relación más sana entre ellos. Esto también le ayudará a integrar que su hermano tiene, o puede tener, normas y condiciones distintas a ella.